De Dos Hermanas a la cima del Ararat: la historia de Salva Castillo

El Ararat es el pico más alto de Turquía, con 5137 metros de altura, y está localizado en la parte oriental del país, cerca de la frontera con Irán y Armenia. Hasta allí ha llegado Salva Castillo, un nazareno aventurero de Dos Hermanas.
La travesía de Salva Castillo hasta la cumbre del Ararat estuvo marcada por la adversidad y la adaptación. Según ha contado para El Pespunte, “debido a las nevadas que precedieron días antes y más tarde durante nuestra travesía a la cumbre, se tuvo que modificar la localización del Campo Base 2”.
Estos cambios fueron cruciales, ya que implicaron la pérdida de un día de aclimatación y el aumento de cientos de metros adicionales el día de la cumbre. Sin embargo, las decisiones acertadas de los guías permitieron al grupo evitar una tormenta peligrosa que azotó la cumbre el día siguiente, el mismo día que tenían previsto alcanzarla originalmente.
Prepararse para una escalada de esta magnitud va más allá de correr cuestas y practicar senderismo. Salva ha explicado que, aunque el Ararat se “sube andando” y no requiere una experiencia técnica elevada, la verdadera complejidad recae en el “mal de altura”. Este peligroso fenómeno puede causar edemas pulmonares y cerebrales a partir de los 2500-3000 metros sobre el nivel del mar. La aclimatación y el equipo adecuado para temperaturas extremas son fundamentales. Salva ha señalado que “el equipo ya disponía de conocimiento previo en su experiencia tras años realizando montañismo”.
Alcanzar el Ararat ha significado para Salva un avance significativo en su carrera montañera, “particularmente es un paso más para conseguir grandes objetivos montañeros”. Tras haber alcanzado previamente el Toubkal en la Sierra del Atlas a 4167 metros, Salva se siente preparado para retos aún mayores.
Según ha señalado el montañista, es imposible elegir un solo momento destacado de la experiencia, “el sufrimiento y la diversión que hemos vivido juntos todo el equipo es inolvidable”. Desde convivir entre culturas e idiomas distintos hasta luchar contra tormentas a -20°C, cada momento fue único. Destacó especialmente la bajada de 1000 metros sobre una lengua de nieve, deslizándose como en un tobogán con piolets.
Uno de los momentos más difíciles de la expedición fue adelantar un día el ascenso debido a un temporal inminente. La falta de aclimatación y el cansancio extremo complicaron la travesía. “Las botas estaban caladas de agua desde el día anterior y sufrí congelación en los pies”, ha relatado. A pesar del dolor y el riesgo de perder algún dedo por la congelación, Salva y su equipo lograron llegar a la cumbre. Desafortunadamente, no todos pudieron completar el ascenso; una compañera tuvo que abandonar debido al mal de altura.
La pasión de Salva por el montañismo sigue creciendo y, según ha contado, “para los que amamos este deporte es el día a día disfrutar de ferratas, barrancos, alta montaña, vivacs, trails, acampadas nocturnas y mucho más”. Entre sus próximos objetivos se encuentran el Kilimanjaro, Mont Blanc y montañas técnicas de más de 6000 metros en la Cordillera Blanca.
