
EL CIBERDIVÁN, LA OREJA DE FREUD.
Psiquiatra psicoanalista impulsó la reforma psiquiátrica “salta la tapia” en el hospital de Miraflores. Fue Director de la Unidad de Gestión Clínica (UGC) y Coordinador de la Unidad de Salud Mental Comunitaria del Hospital Universitario Virgen del Rocío de Sevilla. Autor de numerosos artículos científicos. Tiene dos libros publicados: Psicoanálisis medicina y salud mental, y La religión en el diván.
Mahmud Darwish es considerado el poeta nacional palestino. Nació en una aldea de Galilea en 1941, destruida después por el ejército de Israel en 1948 (Nakba). La familia huyó al Líbano, regresando clandestinamente un año después al recién creado Estado de Israel. Fue arrestado en numerosas ocasiones por las autoridades israelíes a causa de sus escritos y de su actividad política contra la ocupación de Palestina. Miembro de la OLP, se exilia en 1970. Volverá en 1996, brevemente, desde su marcha al exilio, a su Galilea natal, para visitar a su madre. En 2006, visitó España, donde leyó su poesía en Cosmopoética (Córdoba) y en la Residencia de Estudiantes (Madrid).
Su poesía (traducción al español de María Luisa Prieto) trata de la experiencia vital del pueblo palestino.
La niña / El grito
En la playa hay una niña, la niña tiene familia
y la familia una casa.
La casa tiene dos ventanas y una puerta…
En el mar, un acorazado se divierte cazando a los que caminan
por la playa: cuatro, cinco, siete
caen sobre la arena. La niña se salva por poco,
gracias a una mano de niebla,
una mano no divina que la ayuda. Grita: ¡Padre!
¡Padre! Levántate, regresemos: el mar no es como nosotros.
El padre, amortajado sobre su sombra, a merced de lo invisible,
no responde.
Sangre en las palmeras, sangre en las nubes.
La lleva en volandas la voz más alta y más lejana de
la playa. Grita en la noche desierta.
No hay eco en el eco.
Convierte el grito eterno en noticia
rápida que deja de ser noticia cuando
los aviones regresan para bombardear una casa
con dos ventanas y una puerta.
Es el testigo elocuente de la angustia por el despojo y el exilio.
La tierra se estrecha para nosotros
La tierra se estrecha para nosotros. Nos hacina en el último pasaje y nos despojamos de nuestros miembros para pasar.
La tierra nos exprime. ¡Ah, si fuéramos su trigo para morir y renacer! ¡Ah, si fuera nuestra madre
para apiadarse de nosotros! ¡Ah, si fuéramos imágenes de rocas que nuestro sueño portara
cual espejos! Hemos visto los rostros de los que matará el último de nosotros en la última defensa del alma.
Hemos llorado el cumpleaños de sus hijos. Y hemos visto los rostros de los que arrojarán a nuestros hijos
por las ventanas de este último espacio. Espejos que pulirá nuestra estrella.
¿Adónde iremos después de las últimas fronteras? ¿Dónde volarán los pájaros después del último
cielo? ¿Dónde dormirán las plantas después del último aire? Escribiremos nuestros nombres con vapor
teñido de carmesí, cortaremos la mano al canto para que lo complete nuestra carne.
Aquí moriremos. Aquí, en el último pasaje. Aquí o ahí… nuestra sangre plantará sus olivos.
Sabe quiénes son y no olvida a dónde pertenecen.
Nosotros amamos la vida
Nosotros amamos la vida cuando hallamos un camino hacia ella,
bailamos entre dos mártires y erigimos entre ellos un alminar de violetas o una palmera.
Nosotros amamos la vida cuando hallamos un camino hacia ella.
Robamos un hilo al gusano de seda para construir nuestro cielo y concluir este éxodo.
Abrimos la puerta del jardín para que el jazmín salga a las calles cual hermosa mañana.
Nosotros amamos la vida cuando hallamos un camino hacia ella.
Allá donde estemos, cultivamos plantas que crecen deprisa y recogemos mártires.
Soplamos en la flauta el color de la lejanía, dibujamos un relincho en el polvo del camino
y escribimos nuestros nombres piedra tras piedra. ¡Oh, relámpago! Ilumina para nosotros la noche, ilumínala un poco.
Nosotros amamos la vida cuando hallamos un camino hacia ella.
Los palestinos tienen madre, como cualquiera. Darwish escribe sobre la suya, un excelso poema.
A mi madre
Añoro el pan de mi madre,
el café de mi madre,
las caricias de mi madre…
Día a día,
la infancia crece en mí
y deseo vivir porque
si muero, sentiré
vergüenza de las lágrimas de mi madre.
Si algún día regreso, tórname en
adorno de tus pestañas,
cubre mis huesos con hierba
purificada con el agua bendita de tus tobillos
y átame con un mechón de tu cabello
o con un hilo del borde de tu vestido…
Tal vez me convierta en un dios,
sí, en un dios,
si logro tocar el fondo de tu corazón.
Si regreso. Tórname en
leña de tu fuego encendido
o en cuerda de tender en la azotea de tu casa
porque no puedo sostenerme
sin tu oración cotidiana.
He envejecido. Devuélveme las estrellas de la infancia
para que pueda emprender
con los pájaros pequeños
el camino de regreso
al nido donde tú aguardas.
Falleció en Houston (EE. UU.), en 2008, tras una operación de corazón.
