Cuando la gente se vuelve loca

Qué bonito es ver a la gente volverse loca. Siempre hablamos de la locura como algo despectivo, como una especie de enfermedad que nos hace errar y actuar de una manera impulsiva. Es cierto que la locura nos nubla los sentidos, pero es que hay muchas cosas que merecen ser vividas que, si no fuera por el poder de nuestro universo irracional, jamás nos lanzaríamos a conocer. La locura es el empujón que nosotros mismos nos damos, el rincón más divertido y gamberro de nuestro ser.

Para aprender muchas veces hay que desaprender, y para desaprender es necesario perder los papeles. La locura es el paracaídas con el que salta al vacío nuestra vergüenza, el chaleco antibalas de los complejos, el billete de ida hacia el descubrimiento. A mí la gente me parece más interesante cuando se vuelve loca, cuando te habla con el corazón en la mano y con los ojos en el pecho. Qué bonito es ver a la gente volverse loca, qué cachondo me pone ver a alguien a quien le suda el alma lo que los otros puedan pensar, alguien que a la vez esté como una puta cabra y ande teñido de negro como las ovejas que repudian las otras ovejas. Quiero a mi lado siempre un rebaño de ovejas negras, de las que aprender cosas nuevas, con las que caminar sin pastor ni rumbo hacia nuestros sueños.

El que no se alegra de ver a la gente volverse loca es la típica persona que lleva las llaves en una argolla colgando del cinturón, la que deja el precio queriendo en el regalo para que la gente vea lo que le ha costado, la que piensa que solo sus chistes son graciosos. Son especímenes que después de estar toda la tarde de cervezas, al pedir la cuenta, se niegan a pagar a escote porque uno ha tomado una cerveza de más. Están capacitados para arruinar una conversación agradable y graciosa con el único fin de tratar de demostrar que su verdad pondera ante la de los demás. Son expertos en cosas que no han visto nunca, tiranos de la alegría, killers de la tragedia.

Pararse es demorar las ilusiones. Hay que volverse loco cuanto antes, soltarse el pelo y darle con él en la cara a la desidia. Piqué es mejor que mucha gente, porque a Piqué le da igual que le digan que está loco. Ahora le ha dado por subir selfies a todas horas y el cachondeo es generalizado. Lo que no saben las personas que lo creen ridiculizar, es que no hay mayor regalo para un loco que el que se hable de sus locuras, sobre todo porque los locos saben que cuando uno de sus comportamientos se pone debajo del foco, probablemente sea objeto de copia por parte de los que lo critican. Al final, la crítica, en muchas ocasiones, es otra forma de halago.

Hay sueños impostergables que solo se pueden lograr trabajando, caminando y teniendo las dosis de locura y descaro necesarias. Los sueños del cobarde son pensamientos en balde. Recordar los motivos por los que hacemos algo es lo que nos hace seguir haciéndolo. Yo escribo porque hay gente que me ganaba corriendo, escribo porque no tenía talento para llevar el 3 y jugar en el Benito Villamarín, escribo porque no tengo voz para cantar. Escribo por un cúmulo de cosas que me han llevado a soñar con escribir. Escribo por Juan Carlos Aragón, y escribo porque me flipa ver a la gente volverse loca.

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Santi Gigliotti
Twitter: @santigigliotti
Fotografía: Unsplash.

 

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