Cuando la DANA cae en Andalucía
El jerezano de las albóndigas abrió la veda. En medio de la tragedia hubo lugar para las risas. Para el olvido momentáneo de la catástrofe nacional. Es lo que tiene ver a un tío de dos metros, negro como el café y gaditano hasta las trancas que había salido de su casa con el agua hasta las rodillas sin coger muebles ni pertenencias pero que había salvado las albóndigas que le había hecho su mujer que… además, eran en salsa. Y no se equivocaba, en esos momentos, nada expresa más el amor que una comida casera de tu pareja. Fue más listo que el temporal, que la crispación y la pena y ofreció una sonrisa. Más listo que el fango.
Dos semanas han pasado desde ese preciso instante. Dos semanas de horrores y trastos a la cabeza. De irresponsables con competencias y de tiros al aire que no servían de nada a los ciudadanos. De voluntarios incansables y de una sociedad volcada que puso el grito en el cielo por la incompetencia manifiesta en las plazas de Valencia. Que guardó respeto y tuvo que ser evacuada tras la entrada en escena de los grupos exaltados cuya ideología es una excusa para el desorden civil. Dos semanas de ejemplos de lo que no hay que hacer hasta la llegada de una nueva DANA.
En estas, las cosas fuera de la sociedad han consistido en la lluvia de barro. En que el PP venda como un logro retrasar una semana el nombramiento como vicepresidenta europea de la titular de Transición Ecológica, a la que le piden la dimisión por la gestión de los organismos vinculados a su Ministerio. Hasta que comparezca en el Congreso —ojo— a petición propia y no por instancia de los populares. Todo ello, después de que la Ribera del río se la llevara hasta Bruselas, donde se escondió preparando un examen de idoneidad hasta que no le quedó más remedio.
Mientras tanto, ha comparecido —por decir algo— la mujer del líder socialista en otra de esas comisiones de investigación que no sirven para investigar, esta vez en la Asamblea de Madrid. Quien no respondió a ninguna de las preguntas. Quien no explicó por qué de las 52 cátedras que hay en la Complutense, esa universidad esa en la que yo solía acudir a la cafetería después de clase, sólo la suya contaba con un director de su perfil: sin carrera ni especiales virtudes más allá de tener un marido presidente. Algo sobre lo que se pronunció Lobato: “Begoña Gómez ha estado muy solvente”. Solvente en el silencio.
Pero ha llegado otra DANA y lo que se han inundado han sido las redes llenas de vídeos con gracia. Que si una moto con un ancla, que si un colgado sobre una barca en la puerta de su casa una vez pasado el peligro, que si un coche embalado en papel film como si fuera el bocadillo que tu madre te hacía para el recreo del colegio, que si un automóvil con manguitos, que si unos colegas tomando una birra mientras sacan la caña de pescar por la terraza. Todo ello, al son de las alertas a tiempo, de un presidente autonómico que no está de comida y sí en la reunión del Cecopi, de una sociedad que ha evitado mayores daños.
Andalucía se ha manchado las botas de barro al compás de una buena gestión. No, no ha caído lo que cayó en Valencia y, por desgracia, las devastadoras imágenes valencianas han avisado al resto de territorios para que no se anden con tonterías. Pero mientras las risas se tenían dentro, los circos se quedaron fuera de Andalucía. Quizás es eso lo que les molesta a algunos de ahí arriba del mapa español, que por aquí somos capaces de tomarnos las cosas con cachondeo y con gracia, al mismo tiempo que se gestiona con seriedad. Andalucía ha vuelto a ser un ejemplo para el resto de nuestro país.
LARGO DE PENSAR
Montilla, Córdoba. Periodista de los de antes, columnista del ahora. Escribo como tomo un buen vino: saboreando los matices.