Corazón de perro

Cuentan que alguna vez en algún sitio existió alguien que escribió toda su vida con libertad, pero lo hacen de manera tan vaga, tan nebulosa, sin dar nombres, fechas o lugares, que uno duda mucho que sea verdad. Cuando no existen trabas provocadas por la autocensura, las limitaciones son culturales, políticas o, incluso, policiales. Hoy traigo el caso de Bulgákov.

Las breves notas de lectura de Corazón de perro, del kievita Mijaíl Bulgákov (1891-1940), me van a servir para reivindicar una vez más la figura del traductor y recordar la importancia de mirar bien qué traducción leemos. No lean, háganme caso, la versión de la obra publicada por la editorial norteamericana Plaza Editorial Inc. en 2013. Es realmente infumable. Además, el nombre del traductor no aparece por ningún sitio en el librito, lo que hace sospechar que tal desaguisado lingüístico fue perpetrado por alguien sin oficio alguno o, también, tan avergonzado del resultado de su trabajo que se negó a firmarlo. Afortunadamente existe la versión de Kriúkova y Cazcarra, con la que el lector podrá disfrutar de esta joyita de la literatura de resistencia antirrevolucionaria escrita en Moscú en los meses iniciales de 1925. La narración, una novela corta, circuló por la Unión Soviética en copias ilegales desde los mismos años veinte pero no fue publicada hasta 1987, ya en tiempos de Mijaíl Gorbachov. Al inglés había sido traducida en 1968.

Corazón de perro cuenta hechos acaecidos en las pocas semanas que median entre la adopción de un perro callejero por parte de un célebre médico, practicante de cirugías conducentes al rejuvenecimiento de las personas, y el logro de la pacífica convivencia entre ambos. Como en todas las obras de Bulgákov, exceptuada La guardia blanca, en Corazón de perro el sentido del humor es fundamental, el humorismo como vía de escape de la dramática situación personal que vivía el autor. Bulgákov es conocido por la oposición intelectual que presentó a Joseph Stalin, dictador que le permitió seguir con vida, y en una relativa desahogada posición económica, pero le impidió salir del país o publicar sus obras, muchas de las cuales han visto la luz de forma póstuma. La obra es un claro ejemplo de la maestría de Bulgákov en el uso de la ironía y, como en El maestro y Margarita, de su arrojo a la hora de denunciar los abusos de los mandos intermedios y, sobre todo, superiores del establishment soviético, entregados a una vida de privilegios que reproducía con ligeros matices la existencia de la aristocracia zarista.

Corazón de perro puede ser considerada muestra del mismo subgénero de terror al que pertenece Frankenstein (1818), de Mary Shelley (1797-1851). Serían obras caracterizadas por dar un lugar importante a los conocimientos científicos y despertar en el lector reflexiones de índole moral relativas a la atribución a las personas de poderes tradicionalmente considerados divinos, un tema de actualidad debido a la ingeniería genética.

Lectura muy recomendable.

Víctor Espuny

 

Mijaíl Bulgákov, Corazón de perro, Madrid, Alfaguara, 1989. Traducción de Helena S. Kriúkova y Vicente Cazcarra. La edición está agotada pero existe un ejemplar en la Biblioteca Pública de Osuna. Puede que haya también ediciones electrónicas. Cuidado con la traducción.

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Imagen: El robledal, Ivan Shishkin (1887).

 

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