Conflictos en Hispania. Los inicios de la ‘Pax Romana’ de Augusto


En el 29 a.C. se iniciaron las Guerras Cántabras, un conflicto que trajo bastante dolor de cabeza a los romanos. En aquel momento, Roma seguía siendo considerada una república, aunque solo de fachada. Augusto se tomó su tiempo para montar el tinglado que le haría ser dos años más tarde el primer emperador de Roma. No quería sufrir la misma suerte que su antecesor, César, al que le desaparecieron los dolores de espalda en aquella trágica tarde de marzo. Por ello, la gestación del imperio fue un proceso lento y complejo. Entre medias, aparecieron en el camino situaciones difíciles como la guerra en el norte de Hispania.
Guerra y reformas administrativas, que poco hemos cambiado
Las políticas de Augusto transformaron la fisionomía de Hispania de manera significativa. En los inicios de su mandato se le asignó el control de la península, reorganizándola administrativamente a causa de diversos motivos. Uno de ellos fue la guerra en el norte, el cual se les había atragantado a los romanos. Compuesto por diversos pueblos celtiberos, la romanización de estos no había tenido el mismo éxito que en el sur. Los turdetanos somos muy apañaos.
Debido también al interés por el control de las minas, este y otros motivos obligaban a Roma a apaciguar el norte para vender mejor la Pax Romana que Augusto proporcionaba al estado. Las llamadas Guerras Cántabras se prolongaron durante diez años, por lo que las tropas de Augusto se tuvieron que enfrentar de manera continuada a cántabros y astures. Algo similar a tener enfrente al Racing de Munitis y Žigić. Buenos tiempos en Santander.
En una escala mayor a la hispana, Roma se encontraba en un proceso de consolidación, siendo considerada la Pax Romana una especie de época dorada de la antigüedad. Los años del boom de la construcción con sabor a garum. Este periodo, que los expertos delimitan entre el año 27 a.C. y el 180 d.C., supone numerosos cambios en el marco social y político de Roma. La victoria en tierras cántabras consolidó el rol de emperador, asentando la pacificación y el control de las fronteras del imperio.
Levantamientos constantes y varias derrotas acaban agotando las fuerzas de los pueblos del norte. Pese a la bravura de astures y cántabros, con la conquista de Lancia por parte de las tropas romanas, la guerra se desequilibra radicalmente hasta el 19 a.C. Con este suceso, la historiografía da por clausurada la guerra pese a que las sublevaciones se siguieron dando de manera puntual. Algunos campamentos establecidos durante el conflicto darán lugar a nuevas ciudades, fenómeno muy común en la política romana.

Tras esto, Hispania quedará completamente bajo el control de Roma. Por cierto, es importante resaltar que es Hispania, no España. Algunos individuos se vienen arriba con los términos y en esta casa no aceptamos anacronismos.
Con esta situación, la península queda conformada por tres provincias: la Betica, la Lusitania y la Tarraconense. Las nuevas tierras conquistadas en el norte pasan a formar parte de la provincia de Lusitania, aunque temporalmente. La evolución administrativa de Hispania es muy cambiante, y todavía sufriría varios cambios hasta parecerse un poco a lo que tenemos en mente.

Volviendo al Sur
En tanto, en la Betica se vivían buenos tiempos. Lo mismo de antes, la Betica no es Andalucía, aunque se le parece. Corduba era la capital, un referente en el sur desde muy antiguo. Claramente, la provincia era una de las partes más desarrolladas de Hispania. Una de las ciudades de nueva creación que trae consigo la reforma de Augusto es Astigi, actual Écija, donde precisamente se asentaron algunos de los veteranos de las Guerras Cántabras. Este suceso afectará directamente a nuestra querida Urso y las consecuencias son aún visibles después de más de dos mil años.
Es tiempo de emperadores
El periodo de Augusto influyó en el desarrollo económico y político no solo de Hispania, sino de todo el imperio. En el 14 d.C. muere nuestro protagonista, pero con él, no lo hace la poderosa idea. El sistema se había asentado, y solo hacía falta un nuevo rostro que lo liderada, y también algo de suerte. No sería fácil ser el segundo emperador de Roma y mucho menos tener la referencia de Augusto como antecesor. El elegido sería Tiberio, pero de él y su periodo ya hablaremos en otro momento. La Turdetania tiene muchos frentes abiertos.

LA TURDETANIA
Arqueólogo. Doctorando en la Università Politecnica delle Marche (IT). Presidente y fundador de Haerens. Pensemos que todo pasa por algo.
munozcadizjesus@gmail.com