COFRADÍAS | Que no podemos perdernos el Domingo de Resurrección en Castilleja, Olivares, Albaida, Espartinas, Coria, Benacazón, Marchena…
Llega el Domingo de Resurrección y la vida del cristiano cobra sentido pues, con ello, se manifiesta la promesa de la verdadera vida; eterna, fuera del sufrimiento y del pecado. Pero para la vida del capillita o del cofrade, terminan los días de la fiesta en la calle, de las espectaculares chicotás, de las revirás, de las levantás, de las petaladas, de las saetas, de las marchas, del olor a cera y a flor… Todo eso es vanidad. La Resurrección del Señor es algo mayor.
Con alegría Castilleja de la Cuesta se echa a la calle con “la Vuelta”, cuando en la mañana salen los simpecados de las dos hermandades acompañados de jinetes y amazonas montados a caballo, como si de una anticipada feria o romería se tratase. Y por la tarde, las procesiones de la Inmaculada Concepción y la Virgen del Soledad. Es la peculiaridad del Aljarafe: la dicotomía de la Soledad, o de la Virgen de los Dolores, que en los días previos procesionaron en impresionantes pasos de palio y, en esta jornada, lo hacen ataviadas de gloria en altas peanas, con el manto cruzado, el cetro en una mano y orladas de ráfaga. El patrimonio artístico que atesoran es riquísimo. Así se entiende las expresiones serenas, sosegadas, de los bellos rostros de estas imágenes. Olivares con la Virgen de la Antigua, Albaida del Aljarafe con la Virgen de la Soledad y en Espartinas con la Virgen de los Dolores participan de la misma alegría que Castilleja.
En Coria del Río es imprescindible presenciar “los abrazos” entre Jesús Resucitado y la Virgen de la Soledad, cuando ambos pasos son levantados desde la trasera hasta originar este gesto fraternal. E imprescindible también es ver “las Carreritas” de Pilas, donde el Niño Jesús (cuya figura infantil, inocente y pura, se asocia ala del Resucitado), corre varias veces cuando encuentra a su Madre, la Virgen de Belén. Singularísimas son sus pequeñas andas con un palio sostenido sobre ocho varales y la ráfaga redondeada. En el caso de Benacazón, el Niño Jesús es acompañado por la Pureza de María.
En Marchena, todos elegantes, con sus mejores ropas, acuden a contemplar, por última vez, los pasos con todo el esplendor de saber que Jesús está resucitado.
Dirigiéndonos hacia la campiña, a Marchena, no encontraremos procesiones, pero sí los templos abiertos de par en par, entre las doce y las quince horas, aproximadamente, para recibir las visitas de los marcheneros que realizan “las estaciones”. Todos elegantes, con sus mejores ropas, acuden a contemplar, por última vez, los pasos con todo el esplendor de saber que Jesús está resucitado. El ambiente es jubiloso: las familias se saludan, se comparten las experiencias de la Semana Santa, algunos cristos bajan ante sus pasos para ser venerados en besapié, las candelerías están encendidas, se reparten las flores de los pasos, se cantan saetas espontáneamente y en las sacristías se agasaja con dulces conventuales y vino dulce. Un magnífico colofón para esta personalísima Semana Santa.
Al entender que el misterio de la Resurrección otorga el sentido a la Pasión y a la Muerte de Jesús, la petición a los miembros de la junta de gobierno, costaleros, acólitos, nazarenos, a los padres y madres de todos ellos, es que no lo sientan solo esta semana y se acuerden de la presencia de sus devociones en sus iglesias, cada día, esperando nuestras oraciones.
Profesor de Historia y experto en museología.
Colaborador de El Pespunte para temas cofrades y arte sacro.