Chaves Nogales, del olvido a la universalidad en democracia
En los maravillosos años que estuve trabajando en el Excmo. Ateneo de Sevilla tenía en la mesa de mi despacho la inscripción como ateneísta de un joven Manuel Chaves Nogales. Creyente de la divinidad que se reconoce en la forma humana, rezaba a este escritor y periodista sevillano, al que mejor ha retratado la barbarie de la Guerra Civil. Le rezaba, cuan padre intelectual, para que me mantuviera enfocada en lo importante, sensata en mis decisiones, porque su prosa, su testimonio sagaz del conflicto nacional es un recordatorio extrapolable a toda batalla pública o privada.
“Cuando regresaban del frente traían a la ciudad la barbarie de la guerra, la crueldad feroz del hombre que, padeciendo el miedo a morir, ha aprendido a matar, y si la ocasión de hacerlo impunemente se le ofrece, no la desaprovechará. Es el miedo el que da la medida de la crueldad”, relata su libro “A sangre y fuego”, que reúne los relatos de la guerra y va acompañado de un prólogo de un Chaves Nogales donde se desmarca de los odios radicales de ambos bandos. Qué prólogo tan necesario hoy en día…
Corresponsal en distintos países, ¿saben que murió exiliado en Inglaterra, solo, lejos de su mujer y sus hijos, soñando con una Europa demócrata y dialogante? A menudo pienso que su nombre estuvo enterrado durante décadas en el cementerio de North Sheen, en el municipio de Richmond upon Thames cerca de Londres, en una tumba sin lápida. Un hombre enterrado “sin nombre”, pero un hombre de diálogo. Sevillano, andaluz, español, europeo, universal… condenado hasta hace no tanto al más hondo de los ostracismos.
“En 1944 el gobierno de Franco lo declaró en rebeldía y lo condenó a la inhabilitación absoluta y perpetua por masonería, por lo que durante todo el franquismo fue un absoluto desconocido y prohibido, del que no se podía hablar. Sólo se publicó su libro sobre la vida de Belmonte, por ser sobre un torero, y no fue hasta el año 1993 en que comencé a publicar la obra narrativa y periodística de Chaves Nogales cuando se empezó a desvelar todo el entramado de su producción” explicó María Isabel Cintas Guillén, la mujer cuya tesis doctoral centrada en la figura de este andaluz lo recuperó del olvido… ¿Cuántos autores y autoras aun no permanecerán ahí? ¿En ese limbo cultural e histórico a la espera de que la providencia de una mente curiosa los descubra y pongan nombres a sus lápidas?
“El miedo es la medida de la crueldad”, vuelven a resonar las palabras de Nogales… Querido lector, querida lectora, ¿qué batalla le ha provocado o le provoca tanto miedo que se reconoce, con o sin vergüenza, en actos crueles contra los otros? ¿Son muchas o pocas las ocasiones? ¿Confesables?… Serenidad, aquí no venimos a juzgarnos, les invito a permitirnos en esta habitación propia, que es nuestra, un espacio lejos del ruido. Una burbuja de jabón que dure lo que dure la lectura o, lo que quiera su mente si decide hacer de ella un dialogo continuo.
Yo confieso que tengo miedo. No me da vergüenza admitirlo. Y cuando soy capaz de reconocer que el miedo es una emoción, lucho, pero para rendirme a atravesarlo sin oposición, porque como dijo el genial sueco Carl Gustav Jung, “todo lo que resistes, persiste”. ¿Rendirse es ganar? Yo creo que sí, siempre que rendirse signifique transitarse a uno mismo. Adentrarse en uno, esa sí que es: la batalla. Querido lector, querida lectora, tema a su miedo, no al miedo de los demás. En la medida que usted es capaz de caminarlo sin tomar la crueldad como respuesta, habrá ganado sobre el otro. Porque si no niega al miedo, este pasará, y cuando pase, podrá sentirse orgulloso de llegar al otro lado del rio sin haber herido a nadie y, encima, más fuerte si cabe. Chaves Nogales ganó sin herir a nadie, y desenmascarando las heridas de un país, de un continente. El tiempo tiene la habilidad de poner a cada cual, en su sitio, incluso, la de hacer profetas en su tierra, poniendo contra el rincón a los que tomaron el pulso por la fuerza. Quien sabe, quizás podamos, hasta perdonarnos.
UNA HABITACIÓN PROPIA
Directora de cine, guionista y escritora. Formada en Dirección de Cine en la prestigiosa escuela europea: ESCAC, y en periodismo en la Universidad Autónoma de Barcelona. Ha realizado largometrajes documentales como: Línea de Meta y Todos los Caminos, este último protagonizado por Dani Rovira y Clara Lago.
Premiada a nivel nacional e internacional en reconocidos festivales.
Miembro de la Academia de Cine de España, también de la Academia de Cine Andaluza y de la institución nacional de productores EGEDA.