
Cortita, amena, y totalmente previsible. Así ha sido la gala de los premios de la Academia de esta semana pasada. Bueno, eso, y con algún que otro momentazo que, aparte del número de Ryan Gosling o la presentación de la mejor película de Al Pacino (los ojos no mienten, chico), debo destacar el homenaje a la mítica “Los gemelos golpean dos veces” con Arnold Schwarzenegger y Danny DeVito sobre el escenario, que casi consigue levantarme de la emoción. La experiencia de haberme pasado desde mis días de primaria trasnochando para ver los Oscars cada año me permite el lujo de hablar con cierto desparpajo. Aunque este año cuento con una pequeña desventaja, y es que apenas he visto la mitad de las nominadas. Sí, por supuesto que he pasado por las salas que proyectaron Oppenheimer, Barbie (desgraciadamente), o Los asesinos de la luna, que aún sigue siendo mi preferida, y cuyo director, con películas como “Taxi Driver”, “Toro Salvaje”, “Uno de los nuestros”, y “Malas calles” en su haber, sólo ha sido ganador en una ocasión por “Infiltrados”. ¡Sus últimas cuatro cintas suman 26 nominaciones y han acabado igual! Puede que no notéis mi enfado pero la tele lleva volando por la ventana en varias ediciones, o los canapés si yo fuera Joan Laporta.
Tengo que aplaudir el hecho de que desde el 2019 – el mejor año de cine desde hace veinte años, por lo menos – haya habido un considerable aumento en el número de votantes, creciendo las oportunidades de películas extranjeras procedentes de festivales como Cannes a competir entre las máximas apuestas a mejor película, resultando en películas aclamadas como La zona de interés (bueno, es británica…), o “Anatomía de una caída” (francesa) este año, y en ganadoras de la máxima categoría como fue la impresionante ”Parásitos” de Bong Joon-ho ese mismo 2019. Ambas han triunfado esta semana. Oficialmente se ha abierto el paraguas para que muchas más películas opten a competir. Bien. Aunque siguen existiendo esos requisitos inabordables para pasar la barrera de la elegibilidad que ni Canessa ni Parrado podrían escalar.
Como esto no es la crónica de un partido de fútbol, y como está al alcance de un sólo click en cualquier página de cine o periódico, no voy a detenerme en cada ganador. Bueno… aparte de que Emma Stone sea una super estrella, y a pesar de mi simpatía hacia Cillian Murphy en su papel ganador, sigo algo confundido porque ese profesor de civilizaciones antiguas, bizco y tan malhumorado como malentendido que construye Paul Giamatti en “Los que se quedan” (maravillosa e imperdible), debió subir al escenario en lugar del irlandés. Un actor ampliamente conocido por sus papeles de secundarios, cuya mera presencia y desenvolvimiento en cada papel que ha realizado en su carrera ha desembocado en un imborrable rol protagónico. Matices recogidos a lo largo de los años amontonados en un personaje pequeño pero infinito. Pequeño ante los ojos de sus estudiantes, estricto, pedante, maloliente (literal), e inmensamente superior intelectualmente, pero infinito porque existe en un mundo que juzga a primera vista sin conocer un ápice de su interior. Giamatti encapsula la realidad de la película que protagoniza y la nuestra propia. Su simple mirada no muestra sentimientos porque los resiste, y por ello emociona profundamente. Es decir, desaparece, lo cual es lo máximo a lo que puede aspirar un actor. En mis adentros lo ganó Paul Giamatti.
Creo haber dicho que habían sido unos premios previsibles. Este año Oppenheimer había arrasado con los globos de oro, con los BAFTA, con los SAG, con los Satellite Awards y con gran parte del planeta. No había manera posible de que no ganase, por fin, Christopher Nolan. No pienso dar el coñazo sobre Nolan porque es un cineasta presente en cada podcast, debate, conversación o tertulia que existe. Y si eso no es suficiente, ya se preocuparán tus amigos por sacarte el tema por la tarde en el bar. Lo único que pienso, a pesar de las injusticias, es que el director se merecía el Oscar desde el año que estrenó El caballero oscuro o incluso Interstellar (ambas superiores a la del creador de la bomba atómica). Si sus películas están en boca de todos, ¡por algo será! Es un director excepcional que siempre ha conseguido, de forma consistente, aportar un estilo propio a películas enormes y avivar el entusiasmo por ver más cine a aquellos que quieren introducirse en el maravilloso – y sin retorno – mundo de ver películas. No olvidemos que Oppenheimer es un biopic histórico/judicial en la línea de Oliver Stone. Y sobre la segunda guerra mundial. Seguro que no le iba a desagradar a la Academia más que un superhéroe o una de ciencia ficción , también te digo.
Otro año más a dar la enhorabuena desde nuestros humildes sofás, y a seguir, que hay más cine del que hablar.
