¡Chanfletazo!
A Rafael, “ Farruco el de las viñas”
Cuando no se está demasiado seguro de nada, lo mejor es crearse deberes a manera de flotadores, decía Julio Cortaza en su obra el perseguidor, como si los flotadores de alguna u otra forma nos mantuvieran a flote en momentos ociosos o inciertos. Realmente cuando los deberes se amontonan y los recursos escasean entonces, entonces se echa en falta no estar demasiado seguro de nada, cosa que supongo pensó, a su manera, más de una vez Farruco sentado en el trillo mientras trillaba el grano en la era.
Hombre de letras mayúsculas porque no sabía leer ni escribir con otras letras, poseía la sapiencia del terruños, de la profesora naturaleza, conocedor de brisas, frutos, pozos, y sobre todo, del sitio de cada planta, animal, pájaro, piedra o camino, de tal manera, que todo el paisaje encajaba como un puzzle espacial donde las bestias, las aves, o cualquier otro animal no tenían porque estar en el mismo lugar pero sí en su sitio, como si cada ente estuviese destinado a su propio sitio en la naturaleza, y si no era así, algo estaba fallando. Nunca lo dijo con estas palabras ni con otras palabras, pero lo decía con el lenguaje de su relación con el entorno.
Pues sí, Farruco el de las viñas ( que no tiene nada que ver con farruquito el cantante) decía “!Chanfletazo!”, cuando se quedaba sin palabras o quería hacernos gracias escondiendo su risa tras la mirada de unos ojos que se perdían detrás de su nariz; bajito, con más nudos en los dedos que los nudos de los olivos, nos enseñaba la sabiduría de la espera, la paciencia (a pesar de sus nervios), quizás por eso fue capaz de arrancarle las piedras a aquellos cerros y plantarlos de garrotes.
A veces siento que una línea es la que me separa de tantas cosas que permanecen unidas en otro espacio. Una simple línea como las que dibujaba las ruedas del trillo a su paso por las gavillas o el aire en las aventadas alejando el grano de la parva, o quién sabe si el pianista ingles que vive ahora en aquellos cerros alimenta sus composiciones de líneas invisiblemente eternas que permanecen en las grietas de los años.
Hoy quiero pensar que en las tantas vueltas que me dio en el trillo conecté con el sentido de la vida y que bajo la luna de las viñas, queda escrito “¡Chanfletazo!”, y en su sitio.
©Inma Valdivia
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