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Carta abierta al ciudadano Pablo Iglesias y a sus seguidores

Carta abierta al ciudadano Pablo Iglesias y a sus seguidores

En Osuna, a 14 de julio de 2015
 
 
Estimado ciudadano Iglesias,
 
Aprovechando la fecha, me dirijo a usted en calidad compartida de ciudadano, y en mi temporal condición como concejal de Izquierda Unida en esta misma localidad de la Sierra Sur sevillana. Espero que me permita, y que sea capaz de disculpar, el atrevimiento y la osadía al escribirle a usted, así como al conjunto de la militancia de su partido.
 
Con toda la modestia y sencillez de que soy capaz, deseo transmitirle mi más profunda molestia y más sincero y afectuoso rechazo por las formas, estilos y calificativos que, en concreto, viene usted vertiendo hacia las miles de personas que conformamos – desde ámbitos personales muy diversos – esta organización política y, por extensión, hacia los cientos de miles de personas que – contra pronóstico y contra corriente – continúan apoyando a esta organización política, por cuanto esta representa de esperanza e ilusión para un cambio de rumbo en el devenir de este, nuestro, país. Desde el derecho que me asiste a estar equivocado, no creo que esta fuerza política, con todo en contra, pero capaz de mantener y mantenerse firme, en estos tiempos donde se dice dije con la misma facilidad y rapidez con la que se dice Diego, capaz de defender – en no pocas ocasiones en absoluta soledad – la justicia social, la libertad, la igualdad, y tantos otros principios que usted, con acritud sarcástica desdeña desde la atalaya de su verdad, algo que en nada disimula el ansia por formar parte de ese monte Olimpo desde donde se forja el poder, no sé si popular, o populista. Insisto, por tanto, que no creo merecer, en la parte que me toca, sus tonos y rabietas que recuerdan a las del capitán Haddock.
 
Sr. Iglesias, por más que me miro en el espejo, no termino de verme como “pitufo gruñón”, la verdad. Tampoco, quizás dada mi atolondrada tendencia al optimismo, me siento ni me tengo por cenizo ni por perdedor fracasado.
 
Sr. Iglesias, dada mi edad, les tengo cierto cariño a esos personajes, grandes en su pequeña estatura, que poblaron numerosas tardes de mi ya lejana infancia, y que – por cierto – no sé qué culpa habrán cometido para que usted descargue sobre ellos la furia de sus insultos. Pero, sin duda, usted sabrá. Aunque, pensándolo bien, tampoco está tan mal lo de ser pitufo, si tenemos en cuenta que se trata de un personaje que, con modestia, bondad y buen ánimo, con afabilidad y solidaridad comunal, trata de mantener el fuerte libre y a salvo de los ataques del malvado Gargamel y de su torpe gato Azrael quienes, a pesar de sus innumerables intentos, no son capaces de derribar el muro formado por la solidaridad y ayuda mutua que tejen tan simpáticos personajes, capaces de defender un espacio entre iguales, donde cada cual tiene posibilidad de crecimiento personal sin tener que renunciar a su identidad, ni a sus propias características; un espacio donde cada cual, desde su particularidad, desde su identidad – risueña, estudiosa, coqueta, pausada, empero gruñona, …- es capaz de construir una comunidad de iguales, sólida, resistente y armoniosa… Quizás, si me permite la sugerencia, debería usted ver algún que otro capítulo, lo mismo, ello le permitiría reirse con soltura y relajar el gesto adusto con el que nos suele regalar en sus homilías, aunque quizás ese gesto sea el propio y adecuado para un reconocido admirador de dragones, guardas nocturnos, caminantes y demás pobladores de la, también por estos lares, venerada serie de ficción.
 
Y si bien es cierto que el ser pitufo pueda ser epíteto feliz; de nuevo, con humildad, y sentido del humor, creo que hace usted poca justicia al aplicar el calificativo de pitufo a esta organización. Me explico, si me permite, pues no sé si usted es conocedor de este detalle, los pitufos se caracterizan por su intenso color azulado. Quizás son azules los tonos que pueblan sus mensajes y sus intenciones, por mucho que usted tenga a gala manifestar un determinado rh y una determinada herencia genética, políticamente hablando. Quizás, desde la plataforma donde usted aprieta y afloja tornillos y tuerkas, con engrasado verbo, usted sueñe en azul. Pero, con modestia y sin acritud, creo que se equivoca de nuevo. Los apoyos que tiene Izquierda Unida, y en general la izquierda, presentan una multitud de tonalidades que superan el monocromo de su visión. Quizás sea que usted aspira a un mundo monocromático, pero – insisto – digo quizás, y sólo quizás, porque de todos es sabido que en sus círculos, cercanos y lejanos, abundan las tonalidades y los colores diferentes; igualmente, su capacidad para acoger la diferencia cromática y/o de pensamiento es archiconocida, y cada día más. Por cierto, y si me permite otra sugerencia, le aconsejo una canción francesa, por hacer honor a la simbología de este día: Rouge, de Michel Sardou…
 
Y por último, ciudadano, permita otra reflexión. Por más empeño que le pongo, y le he puesto – se lo admito – aún estoy por ver a esta Izquierda Unida y a su candidato, el ciudadano Alberto Garzón, enfrentar con ceño fruncido, vomitar improperios y exabruptos contra alguien que difiere de él. Don Alberto Garzón, pero no sólo él, se podría citar a otros pitufos e, incluso, a pitufinas, está mostrando en todo momento una profundidad de planteamientos, una cortesía y una amplitud de miras que van más allá de cualquier ambición con tintes personalistas, y para mayor abundamiento, sin necesidad de desvestirse ni cambiar de discurso en función de las décimas de temperatura que una encuesta pueda indicar; por cierto, recuerde aquello del desconfía de los idus de marzo. 
 
Ahora bien, y porque no todo puede ser diferencias, comparto con usted, ciudadano Iglesias, la absoluta certeza de que hay mucho gruñón en la política de este país. Seguro que usted los conoce tan bien como yo. Como cualquier modesto ciudadano de este país, bien sabe usted que fruncir el ceño, engolar la voz y levitar con la mirada en lontananza es gesto que se estila entre quienes, desde su púlpito o su atalaya del anatema, sermonean a quienes, para desgracia suya, y en el pecado llevan la penitencia, cual ovejas descarriadas que no saben lo que les conviene, sienten el más absoluto desapego hacia la política en general, y hacia los políticos del quítate tú que me pongo yo.
 
Así que, quizás – empero, sólo quizás -, estimado ciudadano Iglesias, debiera usted tener presente que el boomerang de los calificativos, cuando se lanza a la ligera, con saña y sin maña, no sólo vuela en función de la intención – más o menos evidente – de quien lo pueda haber lanzado, sino que en su incierto virar influyen los vientos, y a estos, ¡vanitas funesta!, no hay quien los domeñe, salvo – claro está – aquellos avezados marinos capaces de sobrevivir en el mar de los Sargazos, cual si fueran un gruñón Haddock o un pequeño Iznogoud, visir que todo lo quiere pero que nada consigue…
 
Atentamente,
 
Manuel Martín Santillana
Concejal IU Ayuntamiento de Osuna
 
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