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Calados

Calados

Desconozco en qué momento de nuestra existencia decidimos que el creernos pluscuamperfectos nos haría más felices, ignoro quién fue el cabrón que inventó la policía de la corrección o cuál fue el momento exacto en el que acordamos amoldarnos a todo lo que dictase la nueva secta dominante. Lo único de lo que estoy seguro es de que cada vez hay más jueces y menos personas dispuestas a ser juzgadas, hemos convertido la sociedad en una sala de interrogatorios en la que hay que hablar con sumo cuidado porque no es que todo lo que digas pueda ser utilizado en tu contra, sino que también todo lo que calles podrá condenarte. Ahí fuera hay personas dispuestas a apedrear a quién cuestione los dogmas supremos de este clan. Torquemadas con Twitter e Instagram que hacen del vilipendio su trabajo y de la razón un bien de lujo.  La verdad siempre tiene más de un camino, y el que te diga lo contrario es que pretende convertir su mentira en verdad con el único fin de inoculártela.

El fin de semana pasado, en el partido que enfrentaba al Cádiz con el Valencia, Diakhaby y Juan Cala tuvieron varios choques durante el encuentro, una cosa común en un deporte de contacto como es el fútbol. En uno de esos lances del juego, tras un rifirrafe en el área del Cádiz, el futbolista francés del Valencia corrió detrás de Juan Cala acusándole de haber proferido un presunto insulto racista, en concreto; negro de mierda. Tras una tangana, los futbolistas del Valencia decidieron abandonar el terreno de juego. Minutos después, ante la posibilidad de ser sancionados y de perder automáticamente los tres puntos, el conjunto ché decidió regresar al campo sin alinear al futbolista supuestamente insultado. Si era complicado entender lo sucedido sobre el césped, resulta igual o más bochornoso lo que ocurrió después.

Al finalizar la contienda, mucha gente de una manera tan firme como infundada se apresuró a sentenciar al futbolista del Cádiz. Nadie esperó a las pruebas para armar sus argumentos, el único indicio que había era la palabra de Diakhaby. Mientras las condenas y los insultos no tardaron en llegar, las pruebas que certificaran la reprochable actuación del central amarillo sí lo hicieron. De hecho, en un campo de fútbol vacío donde se escucha con nitidez todo lo que dicen los futbolistas y donde más de veinte cámaras filman todo lo que ocurre aún no se ha podido sacar una toma o un audio nítido que pruebe el agravio. Sin embargo, y pese a que el futbolista de Lebrija lo haya negado, para las hordas histéricas de la sinrazón era y es culpable.

Hace tiempo que nos estamos columpiando por encima de nuestras posibilidades, estamos prostituyendo cosas tan importantes como la presunción de inocencia o el derecho al honor para dejarlas a merced de este burdo tribunal que solo pretende mercadear con temas tan delicados y serios como la xenofobia. Para mí, resulta igual de repugnante que te llamen negro o que te llamen racista sin ni siquiera tener pruebas. Es sorprendente e injusto ver como en este caso, la palabra de Diakhaby ha valido más que la de Cala. Es el testimonio de uno contra el de otro, pero en este juicio sin pruebas firmes, se le ha dado más credibilidad a una de las partes y me gustaría que alguien me explicara por qué. Mientras tanto, y a la espera de que se esclarezca la situación, lo único que le puedo achacar a Cala, porque está probado, es que sea sevillista hasta las trancas. Y eso, al menos para un servidor, sí que no tiene un pase.

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Santi Gigliotti
Twitter: @santigigliotti

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