Biografía de Twitter
Se están haciendo sesudos análisis sobre “Quédate” de Quevedo con Bizarrap, en los que curtidos y veteranos periodistas llegan a la conclusión de que las letras del artista canario no tienen la coherencia y la hermosura de las de Javier Ruibal. Menos mal, el hit del verano puesto ante la lupa de la intelectualidad. Se está pidiendo a los tiktokers de turno que actúen con madurez ante la muerte de un influencer que padecía cáncer. Jambos que hasta hace dos días no sabían elegirse la ropa solos y que hoy tienen una audiencia mayor que la de cualquier emisora de radio. Se está criticando a periódicos a los que se les cuelan cartas de neandertales, y lo mejor es que lo está haciendo gente que en su biografía de Twitter tiene puesta frases como: “Mis opiniones son solo mías”. Se está viendo a okupas recelosos de otros okupas y lanzando proclamas sobre la propiedad privada. Pronto presidirán juntas de vecinos. Se está indignando gente que nació ya indignada.
Somos una sociedad desquiciada, La que se avecina se ha quedado corta. La realidad ahora es ficción, y la ficción es una realidad comedida. Entre los listos que son más tontos que los tontos, y los tontos que no quieren ser más listos que los listos, estamos tirando a la papelera los mimbres de un futuro apolillado. Nos está comiendo el personaje, el rancio y la progre son una caricatura, todos se ven en la necesidad de sobreactuar. El moderno cada vez es más antiguo, los mesías son más inseguros y lo razonable esmás disparatado. La crítica es siempre aparatosa, la reflexión nula. Los argumentos se han convertido en un obstáculo para el patinete eléctrico de nuestros días.
Después de unos años sigo sin ver lo del VAR, es más, creo que nos ha hecho un gran daño como sociedad. La capacidad de rebobinar nos ha vuelto idiotas, hemos deformado el concepto de la justicia y cada uno se ha hecho su propio mazo con él. La vida, al igual que el fútbol, no debe pararse para dilucidar si una acción es justa o no, somos nosotros, los humanos, los que debemos pararnos a pensar. La inteligencia artificial es la artífice de que cada vez seamos más bobos. Si las maquinas piensan por nosotros, nos acabaremos olvidando de pensar. Ese sedentarismo intelectual será nuestra tumba.
Los robots son infalibles, nosotros no. La vida está hecha de errores e injusticias, de incertidumbre e indignación. La justicia ajustada a la perfección es una soga, para todos. Para luchar por la justicia hay que reconocer que no somos cuerpos celestiales, personas perfectas que tienen la potestad de señalar con el dedo acusador al primero que nos descuadre. Todos creemos que merecemos más justicia y respeto que el de enfrente, pero pocos se atreven a verbalizarlo. Ese sería el primer paso: creernos más honrados, humildes y respetables que los demás y respetarlos a ellos, pobres diablos que se creen más honrados, humildes y respetables que tú. Tenerse a uno en alta estima para poder convivir con los demás. La teoría es absurda, lo sé, pero era la mejor manera de combatir nuestro absurdo. Si no están de acuerdo, recuerden: “Mis opiniones son solo mías”.
EL POYETE
Sevilla, 2001. Caballo de carreras de fondo, escritor de distancias cortas. Periodista, bético, sevillano.