Aunque yo no lo entienda

Me cuenta Gaelia que el mundo corre sin un final aparente.  Visitar un lugar en el que había estado hacía tiempo, es la prueba de que su planeta se va apagando y a la vez transformando. Me dice que es como cuando pruebas el mejor plato que hacía tu madre, en un lugar raro.  “La receta es la misma, pero extrañas lo que solamente se siente”. El mundo avanza y no sabemos si seremos capaces aguantar durante mucho tiempo el ritmo que nos marca. Gaelia me cuenta que tiene una vida secreta, cuando cierra su puerta. Aunque yo no lo entienda.

La mesita de noche es parte de nuestra vida secreta. ¿Quién no guarda lo más preciado en su dormitorio? El libro de cabecera, la cartera, quizás las llaves, ropa interior, pequeñas joyas, algún reloj, el móvil, tal vez una nota furtiva de alguien a quien conoces, en un sobre sin remite, y quizás, lo que regalamos a lo que no recordamos. Dicen que el dormitorio es la esencia más íntima y donde encontramos calma ante la desesperanza. También dicen que cuando se pierde la esperanza, se gana la libertad. Quién sabe.

Ahora que ha llegado el fresco, Gaelia se despierta de madrugada para ver cómo amanece. Acostada y tapada, el día aparece en su ventana, sin apenas darse cuenta. Es ése el mejor momento del día porque a esa hora el orbe se despereza y es capaz de correr agarrada de su mano. El tiempo se para para que pueda pensar en qué jersey se pondrá para que combine con un pantalón verde oscuro, qué zapatos le irán mejor, a qué hora saldrá de casa para llegar al trabajo sin retraso, de qué hablará con sus compañeros, qué avería de tren le tocará sufrir y si volverá sin ningún rasguño. Gaelia dice que el mundo se le escapa cuando cierra su puerta; que tiene que inventar el universo que quiere vivir para seguir en la batalla. Aunque yo no lo entienda.

 © Juan Zamora Bermudo

 

RODAR CON WHISKY

 Me echaron de casa. Mi familia no aguataba más mi vida gris. Rodé y rodé, con el vaso de whisky escocés siempre lleno. Me levanté, me sobrepuse porque la vida siempre da una segunda oportunidad. Conocí a Estefanía, la rubia con nombre de emperatriz. Tras dos años de convivencia me echó de casa, porque no aguataba más mi monótona vida. Rodé y rodé con el vaso de whisky irlandés siempre lleno. Me levanté, intimé con Rosalía y nos fuimos a vivir a un chalet frente al mar. Desde entonces guardo varias cajas de bourbon, del mejor, porque quién sabe si mañana volveré a rodar.

 © Gaelia 2022

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Imagen: Pixinio

Twitter: @gaeliadeideas

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