Apostando por la Vida
marzo 8, 2007


Aquella noche no hubo principio ni fin, sino que al igual que muchos pocos hacen un mucho, el hombre interiorizó su mirada, plegó el corazón, apretó los dientes, y como buen matemático calculó y descalculó emprendiendo las cuentas más duras de su existencia. Nadie supo como fue ni con qué cuchillo se amputó para dejar paso al aplomo frío y maquiavélico de todo el anticristo junto, porque ella, su hija, poseída por el síndrome de estocolmo, disculpaba y justificaba la actitud de su pareja alegando enfermedad o esquizofrenia.
Pero al igual que la mentira amontonada esconde las puertas de la luz invadiendo la negrura hasta el último rincón de la carne, él, carcomido de furia e indignado se dispuso a salvarla transfigurado en el más ingenuo de los seres, preguntó y preguntó a su hija, y ésta, al expresa por su boca las broncas, los insultos, las palizas padecidas… tomó conciencia, y temerosa, descubrió que se sumaba a su padre apostando por la vida.
©Inma Valdivia