Ángeles Caballero, escritora: “Los que tenemos carácter jaranero también tenemos derecho a librar”
Su cara, su voz y su literatura no nos son ajenas. Ángeles Caballero (Madrid, 1976) es una periodista que podemos ver en La Sexta, escuchar en la Ser y leer en El País. Además, desde hace poco, también podemos llevárnosla a casa gracias a Los parques de atracciones también cierra, una historia personal en la que tuvo que coger al toro por los cuernos.
Este libro con el que debuta en el mercado editorial cuenta sin tapujos la historia de su familia y los últimos años de Manolo y la Juli, sus padres, que la tuvieron a ella ya mayores. Poco a poco tendrá que ir entregándose a sus padres a la vez que va digiriendo su hecatombe, lo que le llevará a dividir el mundo entre los que cuidan y son cuidados.
No se le olvidará la primera vez que le cambió un pañal a su padre, ni la vez que le dio la comunión a su madre, ni la frialdad con la que tuvo que enterrar a sus seres queridos durante la pandemia del Covid.
Pero volvemos a los años 80, concretamente a Getafe.
Volvemos a un lugar del que solo me he ido físicamente, porque sigue corriéndome por las venas. Cada vez más, incluso ahora, cuando no tengo padres a los que ir a visitar. Es esa periferia de las grandes ciudades que no sale en las guías turísticas de Madrid. Es el paisaje en el que he crecido y en el que más me reconozco. Es casa.
Y llega un momento en el que la vida te da un escobazo como el del tren de las ferias, pero sin risas.
Sí, por eso el título del libro. Los que tenemos carácter jaranero y festivo, los que ponemos humor casi a cualquier cosa, también tenemos derecho a librar de vez en cuando. A cerrar el parque, a encerrarnos en nosotros mismos y a llorar. La enfermedad de mis padres, su deterioro, la fecha de caducidad tras dos diagnósticos fatales… una puede recurrir a la risa como salvavidas, pero hasta de eso se cansa.
Entonces, compruebas que la vida no es un tiovivo feliz con música y colores agradables.
Compruebas lo importante que es cuidar, lo que desgasta y también lo que reconforta. Compruebas que también hay que sostener a quien cuida, un papel que en España ejercen mayoritariamente las mujeres, muchas de ellas migrantes, que cuidan a los nuestros para poder alimentar a los suyos.
¿Dónde queda el pudor tras escribir y vivir ‘Los parques de atracciones también cierran’?
El pudor se lo deja una mujer en la primera visita al ginecólogo. Ahí lo dejé yo hace un porrón de años. He sido más prudente de lo que parece, pero más descarada que la media. Ahí ando, mitad y mitad.
Antonio Maestre declara que ha reído leyéndote y que no ha parado de llorar. Y que ha vuelto a reír. Una montaña rusa de sentimientos.
Antonio es uno de esos regalos que no esperas. Un profesional íntegro, una buena persona, pura ternura con esa fachada de tipo duro. Siempre lo digo y aquí voy a repetirme, su ensayo ‘Los rotos’ es una de las lecturas que más me ha hecho pensar y quererle más.
Enfermedad, muerte, fe… Buff, temas que no son agradables.
La enfermedad y la muerte nos acompañan siempre, aunque no nos vengan bien, aunque no nos apetezcan. La fe ha sido, es y será un refugio estupendo. Hay muchas cosas de la religión católica que no comparto, pero se trata, como casi todo en la vida, de rodearte de gente que hace afición. Los curas amigos que he hecho por el camino son de ese tipo de personas.
El prologuista, Jorge Javier Vázquez, dice que has escrito un libro sobre la vida en mayúsculas. ¿Lo sientes tú también así?
Jorge es pura lucidez y generosidad, alguien a quien considero familia desde mucho antes de que nos conociéramos. Desde que está en mi vida solo nos sale querernos y celebrarnos. Somos copleros, feriantes, y también exageramos un poquito. Su piropo es maravilloso, creo que inmerecido.
Ella es, sin tapujos, la hija de la Juli, Ángeles Caballero, la escritora de Los parques de atracciones también cierran, la que si se tuviese que tatuar se pondría la palabra “Chiquitita”, la primera de un post-it que su madre le escribió y que actualmente tiene plastificado en su casa: “Chiquitita, te quiero mucho. Muchos besos”.
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