Álvaro, créeme que importa


“Eso no importa ahora”. Cuatro palabras inculpatorias. Nueve sílabas que responden a la pregunta del millón. “¿Álvaro, lo has filtrado tú?”, le reprochó la fiscal superior de Madrid, Almudena Lastra, al Fiscal General del Estado, Álvaro García Ortiz, después de abrir la prensa la mañana del 14 de marzo y encontrarse una filtración de datos de un ciudadano particular que está siendo investigado por pasarse de listo con Hacienda. Así lo ha declarado la fiscal en calidad de testigo en el Supremo, dejando en evidencia que ni el propio García Ortiz negaba haberse saltado la ley.
No ha sido la única que lo ha dejado en evidencia. El fiscal que investigó por supuestos delitos fiscales a Alberto González Amador —el consorte de la moradora de la Real Casa de Correos—, Julián Salto, ha asegurado ante la corte que no existe el famoso protocolo de seguridad por el que García Ortiz se habría visto obligado a borrar todos los mensajes de su móvil. Esos que pondrían luz sobre lo que pasó a instancias de la filtración, que casualmente cayó en las amables manos de un medio progresista.
Y no, el Fiscal General de Sánchez no está imputado por desmentir un bulo. Lo está por haber revelado supuestamente secretos del novio de Ayuso por ser el novio de Ayuso. Para hacerle daño a la presidenta madrileña cayendo en la trampa del zorro MÁR (Miguel Ángel Rodríguez). Descubriéndose como afiliado a la causa mayor. Como un jurista al que no le importa incumplir la ley cuando esa, la ley, es su razón de ser. Creyéndose adalid de la verdad, como si esa fuera su labor. Quizás García Ortiz sea un periodista encerrado en el cuerpo de un fiscal partidista. Quién sabe, hemos visto cosas más extravagantes y excusas políticas, al menos, igual de insalvables.
Todo ello importa. Al igual que importa que María Jesús Montero haga gala de haber comprado el Ayuntamiento de Jaén. Que lo tome como lema de campaña de su alisada carrera hacia la secretaría general de los socialistas andaluces sacando pecho —con golpes incluidos si me lo permiten— de tratar por desigual a los consistorios de su tierra andaluza, esa por la que tanto clama a instancias del Guadarquivir pero de la que reniega apoyando el concierto económico catalán. La misma que dice que el socialismo sigue siendo sinónimo de igualdad.
Mientras, el líder de populares le hace el juego al conde de Waterloo invitando a Junts a participar en una moción de censura sin aceptar que la legislatura durará lo que Sánchez quiera que dure, que la derecha catalana no quiere elecciones porque no se ha visto en otra en el Parlamento que repudian, que su única opción son unas elecciones a las que acudir sin ese socio tóxico al que le dan una de cal y otra de arena.
En esas, se anuncia el apoyo del PP a la reforma de las pensiones. No una a largo plazo, no una que se plantee que el sistema no da de sí, no una que se pregunte cómo se pagarán las pensiones a futuro. Sino aquella ideada por el ahora director del Banco de España — nombramiento que tanto criticaron— que apuntala al progresivo engorde del sistema. Uno, a veces, se cuestiona si queda algún partido valiente en España, aunque creo que la respuesta ya la sabemos todos. Creedme, sí que importa.

LARGO DE PENSAR
Montilla, Córdoba. Periodista de los de antes, columnista del ahora. Escribo como tomo un buen vino: saboreando los matices.