Ahora más que nunca, la fiesta es nacional

toro-senyeraConseguido. Algunos hablan de afrenta contra el sistema. Otros de logro histórico y anhelado. Incluso lloraban de alegría los muy imbéciles a la puerta de la monumental de la ciudad condal. Sin embargo ninguno habla de la pérdida de dinero que supondrá en ingresos, empleos e indemnizaciones. ¡Pobres ilusos! ¡Qué barbarie han cometido esta mañana, qué sinsentido, qué falta de sensibilidad! Gracias a una minoría que tiene cogida por los cascabeles al grupo mayoritario gobernante, han conseguido borrar el futuro de su más que dilatada historia taurómaca. Este es el progresismo español, el que promulga leyes a favor de abortos, gays y lesbianas pero que prohíbe a los ciudadanos libertades tan básicas como poder fumarse un cigarrillo en un bar o acudir a un espectáculo como el taurino. Tras ganar Nadal Wimbledon, España el mundial y Contador el Tour, había que buscar un tema para desviar la atención de los españoles en algo que provocara revuelo y le ha tocado a los toros. Lo importante es no centrar la atención en la situación económica que vivimos. Y aquí vale todo, amigos. Estamos en manos de una clase política que se mueve con afán electoralista y que no mira por el verdadero interés del ciudadano.

Como Carlos Herrera decía esta mañana, se busca uniformar a los individuos. El catalán debe responder a cierto patrón y esto es lo que se procura. Pero no solo el catalán, sino el español de a pie. Debemos ceñirnos a lo políticamente correcto, no alzar la voz contra los ataques a las libertades y derechos más básicos puesto que te señalas y te conviertes en un anti – sistema «facha» que busca desestabilizar un gobierno autoritario que rige nuestros destinos. Por mi edad, no he vidido guerras civiles ni transiciones políticas pero por mi preparación si que las he estudiado. La corrida del pasado fin de semana en Barcelona y más concretamente la situación vivida entre partidarios de los toros y antitaurinos me recordaba a la formación de dos bandos claramente diferenciados y que luchan por defender sus puntos de vista. Los gritos de ¡libertad! en mitad de las faenas me erizaban el vello. Me parecía estar viviendo algunas de las situaciones que había estudiado cuando el país estaba sometido a la tiranía de unos cuantos. Incluso las partes implicadas se refieren al conflicto con términos bélicos: «hemos perdido una batalla, pero no la guerra». Y es que esto adquiere unos tintes de los que creo que aún no nos hemos percatado. Aunque esta vez, no seré yo el que frene a los mios; ya está bien de consentir pacífica y sosegadamente que os manifestéis en nuestros cosos cuando acudimos a los toros. No os vamos a dejar que ganéis más terreno del que habéis ganado apoyandoos en fanatismos políticos que solo buscan desvincular a una región de su país. No en nuestra tierra al menos. Si de todos modos nos tildais de violentos, a partir de ahora será con razones de peso.

Y no me vengan ahora a decir que los motivos son meramente animalistas y nada tiene que ver la política. «Pilatos» Montilla, quien se ha lavado las manos vilmente, viene a pedir calma y moderación ante lo ocurrido. Un cordobés renegado que acude a los toros cada vez que puede y que usa pinganillo para poder entenderse con los castellano-parlantes. Alguien tan contradictorio que permite que se blinden los «correbous» pero que se derogue la tauromaquia. Claro, ahí los animalitos no sufren porque los catalanes saben hacerlo bien. Lo que de verdad habéis hecho bien ha sido el ridiculo ante la prensa extranjera que no daba crédito a lo que estaba ocurriendo, porque os guste o no, gran parte del turismo que nos visita viene atraido por una fiesta nacional más vigente que nunca.

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Pero no voy a culpar solo a estos indecentes. Los taurinos tenemos buena parte de culpa de lo ocurrido, por reaccionar mal y tarde. Las movilizaciones debían haber llegado antes. No me cansaré de repetir que nuestro mayor enemigo está dentro de la fiesta, y es obligación de todos desterrarlo para consolidar nuestra costumbre como lo que siempre ha sido. Ante estos límites de crispación solo cabe esperar que lo de Cataluña no nos salpique. Mientras tanto, acudiremos a partidos de fútbol vestidos de toreros y con la bandera y el toro. Nuestra imagen en el exterior será la de un toro bravo y nuestros tenistas (como ocurrió en la pasada eliminatoria de la copa Davis)  lucirán a este animal milenario en el pecho. Esto solo ha sido el comienzo, no me cabe la menor duda, pero para cuando lleguéis a mis terrenos, yo ya os estaré esperando desde mi trinchera.

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