Adiós al Papa libre

Hoy, día 28 de febrero de 2013, se nos marcha el Papa libre. A las 20:00 h. se retira a la clausura de un monasterio situado en los mismos jardines vaticanos. Y se va como llegó, sin hacer ruido. Con la satisfacción profunda del deber cumplido con entera libertad, sin atender a estadísticas ni lenguajes sancionados en ninguna agencia de prensa. El Papa seducido por la Verdad. El Papa teólogo que en España nos vendieron como el rabioso cancerbero de la ortodoxia y no como el hombre de Dios que ha sido capaz de alumbrar el legado de su Magisterio profético.
Desde el comienzo de su pontificado, parece que el octogenario Papa estaba ya cansado de oír hablar de diálogo –que no es lo mismo que dialogar– y quiso comunicarse con el mundo de hoy en serio, y hacerlo en la arena, en la palestra, en los Aerópagos por los que se había paseado con holgura y sin complejos durante toda su vida: desde que era un seminarista tildado de antipatriota por el nazismo hasta sus diálogos con Jürgen Habermas sobre los fundamentos pre-políticos del Estado liberal, sin olvidar incluso sus discursos sobre estética ante asociaciones de artistas que le aplaudieron conmovidos a pesar de sus posicionamientos ideológicos en ocasiones remotos a los del anciano Ratzinger.
El recentramiento de la Iglesia en la vida teologal ha sido, sin duda, uno de los primeros centros de interés de su Magisterio pontificio. Juan Pablo II ya había escrito en 1998 una Encíclica dedicada a la Fe, la Fides et ratio, de modo que el Papa Benedicto comenzó su labor de profundización por la Caridad (Deus Caritas est y Caritas in veritate) y continuó con la virtud teologal de la Esperanza (Spe salvi), con la idea de concluir su personal trilogía con una Encíclica sobre la Fe, que ha quedado inconclusa y que sería publicada precisamente durante este Año de la Fe. Es así como nos recuerda que en la vida de la Iglesia ninguna medida debe nacer de sí misma, sino del amor de Cristo. Un amor que purifica a la razón de la lógica del canje y del interés, poniéndola más al servicio del hombre, instaurando así las primicias del Reino. Una vida teologal sin la cual el hombre no puede descubrir el impresionante potencial humano, precisamente porque es en Cristo donde se le revela al hombre el camino de la siempre añorada plenitud. De este modo, con una belleza inusitada, Benedicto XVI ha desplegado un discurso sobre Dios que nos enseña a ser verdaderos hombres. La Revelación, y no la ideología, la conveniencia o las estadísticas nos hablan de algo tan original que no está sujeto a modas: la realización del hombre en Cristo.
Al hilo de esta reflexión, entiendo que otra gran carga intelectual y espiritual ha ido contra la mundanización de la Iglesia. El Papa ha realizado un gran ejercicio de purificación interna reconociendo con absoluta trasparencia situaciones de pecado escandalosas dentro del cuerpo místico de Cristo: la pederastia, la secularización interna de la Iglesia, el “carrerismo” y el afán de poder de algunos clérigos, las irregularidades financieras… todo lo que él se atrevió a llamar “la basura de la Iglesia” cuando aún era cardenal. De este modo, condenando abiertamente el pecado, llamándolo por su nombre, examinando criterios de este mundo que han viciado la lógica del Evangelio, ha levantado su dedo índice hacia el corazón de Cristo, donde empieza todo, y nos ha señalado a los pecadores el camino de vuelta a casa. El Papa ha sido muy valiente, pero también muy buen padre. Y quizás por eso se están revitalizando muchas realidades eclesiales desde una identidad verdaderamente enraizada en Jesucristo. Dicho enraizamiento sólo puede darse en el Espíritu, y también a través de un regreso a las fuentes de la Escritura y el riquísimo depósito de la fe apostólica. Pero todo esto, el Papa Benedicto lo vive y lo enseña de un modo perfectamente integrado en su vida y así, hasta lo más difícil sabe decirlo con la simplicidad de los niños.
Un tercer acento de su Magisterio ha sido el desenmascaramiento del relativismo. El Santo Padre sabe que las grandes mentiras del relativismo son básicamente dos: que cualquier pretensión de Verdad universal entraña potencialmente un riesgo de fundamentalismo; y que el relativismo está basado en una comprensión de la libertad que funda la Verdad en el consenso. Pero si no se busca la Verdad más allá del consenso, entonces qué es bueno y qué es malo, qué es lo verdaderamente justo y cómo se podrá construir un mañana mejor para el hombre. Por eso, el Papa advierte que en el discurso relativista el sujeto corre un severo riesgo de vaporizarse, quedando desleído y lábil. En efecto, desde los presupuestos del pensamiento débil, la Verdad del hombre y del mundo sólo se esclarecería como resultado de la opinión de la mayoría, quedando el hombre y, en especial, los empobrecidos, a merced de la tiranía del más fuerte, persuasivo o mediático. Es decir, Benedicto XVI, ese Papa de los de lanza en astillero, percibe cómo el correlato del pensamiento débil es una visión débil del sujeto. Por este motivo, carga contra la última amenaza del poder y del interés sobre el hombre, esta vez servida en bandeja de plata por una nueva ideología totalitaria: la dictadura del relativismo.
Personalmente considero que el Papa Ratzinger ha llevado a cabo una reforma muy profunda de la vida de la Iglesia. Como todo lo profundo, es lento y tarda en emerger, pero su eco en el tiempo habrá de ser prolongado y determinante. De este modo, su empatía crítica con el mundo; su revalorización de la Palabra y el culto en la vida de la Iglesia; su sentido de unidad entre la espiritualidad, la moral y la identidad cristianas; su fortalecimiento de las Iglesias locales; su personal forma de promover el encuentro entre el pensamiento cristiano y la razón; su llamada a ofrecer un testimonio valiente de nuestra Fe y su apasionante arenga para lanzarnos hacia una nueva evangelización… todo ello ha convertido su pontificado en una estela de luz que, con su semblante sencillo y hasta tímido, patentiza visiblemente la bondad del Evangelio.
Cuando en un debate de ideas gente ideológicamente lejana al Papa reconoce francamente que su aportación es ingente. Cuando intelectuales o políticos ateos consideran sin complejos que su Magisterio ha contribuido a humanizar más las sociedades en las que vivimos, entonces no podemos por más que hacer entre todos un enorme pasillo imaginario para acompañar esta tarde al Papa desde el apartamento pontificio a su humilde habitación de la clausura, y a cada paso que dé hacia su desconcertante retiro arroparlo mientras le decimos GRACIAS, SANTO PADRE
Luis Joaquín Rebolo González
Sacerdote, Dr. Sagrada Teología