A vueltas con la Justicia

Carlos Rodríguez Díaz

El acuerdo para la renovación del CGPJ ha cogido por sorpresa a todos. No se palpaba ambiente de fumata blanca, quizás todo lo contario, de enrocamiento de posturas y ultimátum. En todo caso, bienvenido sea. El simple hecho de que los dos grandes partidos hayan sido capaces de firmar el mismo documento ya es un logro importante. Determinadas cuestiones deben quedar al margen de la lucha partidista. Si algo hemos echado de menos en estos años ha sido la existencia de pactos. Hay temas en los que PP y PSOE tienen que entenderse. El modelo de Estado, la sanidad, la educación y, por supuesto, la justicia, son asuntos mayores que deben quedar protegidos de los intereses de extremistas e independentistas. Sobre lo demás, se puede disentir, buscar otros apoyos y desarrollar políticas en un sentido ideológico diferente. Los llamados acuerdos de Estado aportan la estabilidad que cualquier país necesita para su normal funcionamiento.

Con todo ello, el acuerdo alcanzado deja algunas grietas. Para mí, la principal, es que los políticos sigan eligiendo a los vocales del Consejo. Sin dudar de la independencia de nadie, no es bueno que ninguno deba nada a ningún partido. Cuanto más alejados estén jueces y políticos, mucho mejor. También me preocupa la ausencia de respeto a las formas. El Parlamento vuelve a ser ignorado y convertido en mero tramitador de un acuerdo alcanzado muy lejos de él. Casi nadie duda de la imposición europea, escenificada con la firma en Bruselas bajo la atenta mirada -cual profesor que vigila un examen- de la vicepresidenta de la Comisión. No entiendo que los asuntos internos de un país deban ser tratados por los dos grandes partidos fuera de nuestras fronteras. ¿De verdad es necesario ofrecer esa imagen? Después nos quejamos cuando la gobernabilidad la teledirige Puigdemont desde la distancia y los emisarios del Gobierno tiene que ir a rendirle pleitesía para negociar con él. Por no hablar de que todo queda supeditado a la reforma del sistema de elección de los vocales, encargada al nuevo Consejo, y que luego deberá ser aprobada por el gobierno -¿alguien se fía todavía de Sánchez?- y el principal partido de la oposición. Por cierto, ya ha salido Bolaños diciendo que esa propuesta del CGPJ no es vinculante y que el PSOE mantiene su modelo. Ni 24 horas ha durado el consenso.

Todo esto huele raro. Algo parece barruntarse. No cuadra nada de lo sucedido. Ni el acuerdo express, ni la supuesta victoria del PP en la negociación, ni la cesión de méritos a Feijoo por parte del presidente. Pedro no cede victorias gratuitamente. Que la investidura de Cataluña siga empantanada y sin visos de solución deja entrever que pronto podemos ser citados, otra vez, a las urnas, y que el acuerdo alcanzado quede en agua de borrajas y haya sido sólo otra jugada más para salvar el matchball de Bruselas. Da la impresión de que la justicia ha vuelto a ser usada para intereses propios. Lo de la despolitización no se lo cree nadie. Es demasiado jugosa para renunciar a ella.