A vosotros, queridos lectores…
Hoy te escribo a ti, que te despiertas cada mañana pensando en qué malabares hacer para llegar a final de mes. A vosotros, estudiantes de todos los niveles, que os pasáis la mayor parte del año angustiados por aprobar los exámenes finales y sacar adelante decenas de trabajos y deberes. A vosotros, alumnos de bachillerato o de módulo, quienes además tenéis que convivir con la preocupación y agobio de obtener esa nota que os permita cursar la carrera que tanto habéis soñado. A ti, mujer y hombre trabajadores, que os pasáis el día dándolo todo en vuestro trabajo, incluso cuando las condiciones laborales no son las idóneas, con tal de sacar a vuestra familia adelante. A ti, que libras una batalla de buena mañana, solo para conseguir vencer tus demonios y levantarte de la cama. A vosotros, jubilados, pensionistas, que veláis continuamente por el bienestar de las generaciones futuras y que tanto os habéis esforzado a lo largo de vuestra vida. Por supuesto, también a vosotros, niños, de todas las edades, que nos recordáis la ilusión de disfrutar de las pequeñas cosas, la inocencia genuina y la bondad del ser humano.
Hoy me tomo la libertad, humildemente, de escribiros a todos vosotros para valorar vuestro enorme esfuerzo realizado día tras día, pero, sobre todo, para pediros que, aunque las circunstancias no siempre os acompañen y a pesar de todo, no renunciéis a vuestros sueños y a disfrutar de las pequeñas cosas. La relajación de un baño caliente, el sabor de vuestra comida favorita, el tomar un descanso tras un duro día, el olor a tierra mojada, el sonido de la lluvia en pleno invierno, la sensación de llegar a casa tras un día difícil, las risas y charlas con los amigos o la serenidad de un paseo observando la belleza de la naturaleza. Meros ejemplos de pequeñas cosas de nuestro día a día que muchas veces nos pasan inadvertidas, pero cuyo valor y consecuencias emocionales son inigualables.
Por toda la serenidad que genera el disfrutar y saborear las pequeñas cosas, os pido que, dentro de la marea de prisas, quehaceres y tareas pendientes y a pesar de que las circunstancias puedan ser adversas, las notas más bajas de las que nos gustarían, la situación económica difícil y todo lo de alrededor se vuelva negro, busquéis un hueco para encontraros con vosotros mismos y con estas pequeñas, pero grandes cosas de la vida. Pues estas son las que realmente le dan sentido.
Vivimos ansiando una felicidad idealizada al final de un camino, del cual nos olvidamos disfrutar. No dejes que una meta o circunstancia marque por completo tus días, obviando lo más importante, a ti mismo. No es fácil, lo sé, pero, ¿acaso hay algo más importante y valioso que cuidarse a uno mismo?. Si aún dudas, dime, ¿Acaso no es precisamente el cuidarte lo que te va a permitir conseguir la felicidad y serenidad que tanto ansías?
Paula Morales Olivares
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