¿A quién votamos?
En 16 estados norteamericanos, demócratas y republicanos han celebrado, esta semana, elecciones primarias para elegir a su candidato a presidente. En el conocido como supermartes, se ha confirmado lo que se esperaba, que las elecciones de noviembre serán una reedición de las celebradas hace cuatro años.
Que los candidatos a la presidencia vuelvan a ser Biden y Trump dice mucho del estado de la política estadounidense. Las encuestas muestran que, a más de la mitad de la población, no le gusta ese duelo electoral. Sorprende que un país con 50 gobernadores, 435 congresistas, 100 senadores y un puñado de importantes alcaldes, no ofrezca una alternativa diferente a la que, parece, están abocados. Es cierto que los candidatos son elegidos por las bases, pero cuesta entender que, desde la cúpula de los partidos, no se hayan buscado opciones más atractivas y que aproximen posturas, a veces tan alejadas, entre las bases y el votante.
En el caso de Biden, hablamos de un presidente anciano y con una supuesta pérdida de sus facultades mentales, según el fiscal especial encargado del asunto de los documentos clasificados. Sufre una importante desafección entre los demócratas y se encuentra, actualmente, con el nivel de aceptación más bajo del mandato. Por otra parte, Trump, personaje excéntrico, con numerosas causas pendientes con la justicia y un concepto de la política más que dudoso. Sin embargo, es muy aclamado entre las bases del partido republicano.
Sí, en una de estas manos, si nadie lo remedia, volverá a recaer la presidencia de la primera potencia mundial.
Llegados a este punto, uno se pregunta si alguien piensa en el votante. Ocurre ahora en Estados Unidos, pero se trata de la tónica habitual. La mayoría de partidos son incapaces de generar liderazgos que movilicen al electorado. Los afiliados o simpatizantes, en muchas ocasiones, no se ven representados por sus candidatos, pero no encuentran otra opción que votar la marca.
El ciudadano merece más. Merece recibir una oferta atractiva de personas e ideas. Un proyecto claro de gobierno. Que se deje de apelar al voto útil. Sólo así el voto encuentra su razón de ser, y tiene la fuerza para cambiar el rumbo de un país.
POR DERECHO
Abogado, socio-director Bufete Rodríguez Díaz. Profesor en la Universidad de Sevilla (US), Universidad Pablo de Olavide (UPO) y Loyola Andalucía.