
A la izquierda de la izquierda no hay nada. Sólo la vastedad incontestable de la decepción. Lo peor. Qué pena. Ni siquiera queda ya un discurso bienoliente y creíble. Y mientras tanto, la izquierda socialdemócrata se pelea contra la propia democracia entre manipulaciones y corrupciones y no está sabiendo batallar contra el capitalismo voraz ni consigue humanizarlo, al contrario. En este país la vivienda no es un derecho constitucional, sino un artículo de lujo casi inalcanzable.
A la izquierda de la izquierda, la ciencia ha descubierto con estupefacción que hay la misma testosterona rociada sobre las mujeres, la misma lascivia prepotente y el mismo machismo que se pueden encontrar a cualquier lado de la condición humana. Y está a punto de determinar y de formular que las ideologías son mera retórica, humo y teatro.
A la izquierda de la izquierda, la ciencia de la vida -que siempre termina imponiéndose- ha hallado restos gruesos, como cascotes de derribo, de falacias y mentiras: en la vida privada el desprecio y la cosificación de las personas, y en la tribuna política la exaltación de la igualdad y del empoderamiento femenino. En la intimidad, el autoritarismo y la pulsión fascista, y en la vida pública la verbosidad del espíritu democrático.
A la izquierda de la izquierda, el periodismo impertinente y valiente ha descrito a un sátiro monstruoso disfrazado de niño sabiondo y bien hablado con cara de empollón progresista. Ha desenmascarado a un predicador iluminado con la oscuridad metida por dentro. Y ha mostrado a las claras que el abuso de poder y el menosprecio, el viejo fascismo, es un deleznable comportamiento moral que trasciende los credos políticos. Cualquiera puede esconder un ente fascistoide por detrás de las palabras que pretenden decididamente cambiar el mundo. El periodismo de la verdad ha demostrado que las alegorías salvíficas y la nueva política tan viejas como este perro mundo están agonizando. Un solo individuo real es capaz de matar por la espalda a la lírica redentora de la humanidad, con el silencio cómplice de los hermanos y hermanas de sangre ideológica.
A la izquierda de la izquierda, los verdugos quieren hacerse pasar por víctimas y culpan de su victimismo al sistema y a la sociedad neoliberal que nos enferma, anulando así el espacio imprescindible que debe quedar para el sentido de la ética, la responsabilidad individual y la justicia. Es muy mezquino reducir todos nuestros actos, incluso los más bochornosos, a un problema de salud mental. Es muy ruin y cobarde, después de tantas prédicas sobre la dignidad, reescribir vulgarmente a la izquierda de la izquierda la historia de Doctor Jekyll y Mr. Hyde como salvoconducto frente a cualquier tipo de fechoría.
A la izquierda de la izquierda han pillado al espectro fascistoide de Iñigo Errejón, el eminente izquierdista, el fundador de la nueva política. Estaba ensayando un discurso tenebroso contra las mujeres que nunca dará.
